Entrar en él supone adentrarse en la aventura de la evolución de nuestra especie, recorrer el gran tesoro de Atapuerca y conocer cómo vivían, hace casi medio millón de años, homínidos como el célebre Miguelón. El Museo de la Evolución Humana de Burgos, inaugurado el 13 de julio de 2010, ofrece todavía más. Impulsado por la Junta de Castilla y León, el Ayuntamiento de Burgos y el Equipo de Investigaciones de Atapuerca, contiene una visión global de la presencia humana en la tierra y acerca al visitante las teorías científicas extraídas del gran yacimiento burgalés.

El proyecto comenzó a pergeñarse en el año 2000, coincidiendo con la declaración de Atapuerca como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Retomado con fuerza en 2003, al año siguiente se iniciaron las obras del aparcamiento subterráneo y, en 2006, las del Museo propiamente dicho.
Diseñado por el arquitecto y pintor español Juan Navarro Baldeweg, el Museo forma parte del Complejo de la Evolución Humana junto al Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) y el Palacio de Congresos. El edificio, de cerca 15.000 metros cuadrados, trata de reproducir la Sierra de Atapuerca en la capital burgalesa, de ahí esa entrada en forma de rampa elevada en la que se ha plantado vegetación de la Sierra, y que conduce al río Arlanzón, o la configuración de los pasillos interiores a modo de aquellos cortes realizados entre 1896 y 1901 para construir la trinchera del ferrocarril, que sacaron a la luz los primeros vestigios del yacimiento.

De planta rectangular, el Museo semeja un gran cubo de cristal por su volumen y luminosidad. Las cuatro fachadas presentan doble piel de vidrio, la cubierta permite la luz cenital y las paredes de cristal mantienen el contacto con el exterior. El empleo de la luz natural conlleva, además, un importante ahorro energético. Junto a la exposición permanente, que ocupa cuatro plantas, el Museo dispone de sala de exposiciones temporales, salas de talleres, salón de actos y zonas de servicios.