En la localidad soriana de Bretún. Se trata de 32 huellas pertenecientes a dos dinosaurios terópodos de muy diferente tamaño. Las icnitas datan de hace 145 a 140 millones de años y los restos nos indican que este territorio soriano era una gran llanura repleta de ríos, lagos y zonas cenagosas. Cerca del yacimiento hay que restos que constatan la existencia de una gran masa de agua salina. Estas 32 huellas pertenecen a dos dinosaurios terópodos, seis de ellas corresponden a un terópodo de gran tamaño (se ha calculado una longitud de 5 metros) y las otras seis, a otro terópodo más pequeño, de tan solo 85 o 95 cm de longitud. ¿Podrían ser una cría y su progenitor? Esto último, las huellas no nos lo pueden decir, pero sí podemos dejar volar nuestra imaginación y suponer que, en medio de una zona pantanosa, con  plantas, agua y caza abundante para comer y beber, un dinosaurio terópodo y su cría habitaron este lugar y aquí dejaron su huella para que, 140 millones más tarde, unos humanos podamos conocer ese momento de su existencia.